
Recuerdos que enardecen un tormento
fraguado con la tinta de mis versos,
instantes celestiales y perversos
de un tórrido romance, ledo y cruento.
El tiempo es cataplasma y buen fomento
que alivia pormenores muy diversos
y olvida corazones tergiversos,
aquellos que acusaron un lamento.
La suerte ha florecido misteriosa
dejando en lontananza el cielo obscuro,
se van las pesadillas, y amorosa
resalta ya la imagen, de algo puro.
Termina así, la nota lastimosa:
“Acabo de ingerir letal cianuro”.
El Armador de Sonetos.
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