
La lágrima tan triste se formaba,
por cruel resentimiento que los ojos
no pueden contener, es que de hinojos
el débil corazón es el que hablaba.
Ahora de cupido, de la aljaba
dispara sus razones por manojos,
tratando de quitarse los abrojos,
la pérfida traición que lo mataba.
Evita que la pena consabida
ofusque la razón, y le persiste
dolor por el recuerdo de la herida.
Sabiendo la congoja que resiste
no puede contener fugaz salida,
mi lágrima brotó cuando partiste.
El Armador de Sonetos.
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