
Lucías con vestido y miriñaque
de grana primorosa en terciopelo
un moño por el talle y sin recelo
bailabas como reina en el escaque.
Tus ojos iniciaron el ataque
mis manos te abrazaban sin repelo
inútil pertrecharme para el duelo
con frívola sonrisa diste jaque.
La gloria del edén la he conseguido
me incitas al amor sin reticencia
y vibra el corazón con tu latido.
Culminas con el vals en reverencia
te marchas y me dejas confundido
tu beso y un adiós es mi sentencia.
Me engaña la apariencia:
Tan pronto divisé que le reclama
con celos el marido de la dama.
El Armador de Sonetos.
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