
Labora diligente el alfarero
la pieza que conforma con maestría,
buscando proyectar su fantasía
en ente de distingo lisonjero.
Artífice del barro, es heredero
de oficio de abolengo y sinfonía
de manos que moldean melodía
al ritmo del compás cascabelero.
Resalta en la conciencia sutileza,
que al fin de su existir, esté cumplida
su efímera misión con entereza.
Y piensa trascender la despedida,
seguro de anotarse la proeza,
por ser el alfarero de su vida.
El Armador de Sonetos.
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