
Se agota el mineral, -amor de veta-
por parvo rendimiento y se precisa
hallar un yacimiento sin divisa
de afectos y ternura de historieta.
Sucinta despedida que completa
la historia y su final, sin cortapisa
sepulto con olvidos su sonrisa
y archivo su traición en la carpeta.
Dejó de alimentarme la ambrosía
del brillo de sus ojos de zafiro,
y hoy pagan el tributo a su miopía
al tiempo que evocaron mi respiro.
Las rosas entregadas en su día
le avivan melancólico suspiro.
El Armador de Sonetos.
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