
La luna baña en nácar a la aldea
con lágrimas, destellos de sus ojos
a gente campirana que en hinojos
terminan a destiempo su tarea.
Los niños la convidan cuando humea
el fuego que consume los abrojos
y vuelan las pavesas en manojos
buscando si la luna coquetea.
Ahora en la metrópolis de adorno
reluce por las noches con mesura
la grácil variedad de su contorno
en pos de cautivar con donosura.
Percibo su sufrir y su bochorno
al ver que la ciudad no la procura.
El Armador de Sonetos.
1 comentario:
Hola Ángel; ampliando el comentario que dejé en MP, te cuento que la luna fue testigo de mi vida, desde niño me acompañó por las calles de mi pequeño pueblo de calles oscuras, desde entonces se ha vuelto la primera mirada de mis noches. Por eso cada poesía que se escriba con melancolía sobre ella, me emociona notablemente.
Un abrazo amigo y gracias por acercarte a mi blog.
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